Subte
Vivo pegado a una estación de metro. No puedo dejar de decirle subte. Nunca viví sobre una avenida. Creí que el ruido constante hubiera podido molestarme y la verdad que no me jodió para nada. Todavía tengo dudas sobre la conjugación de la oración anterior. Vivo en un departamento que me gusta pero que no me permito terminar de equipar porque no sé si no me quiero volver a Buenos Aires pronto. Tengo la playa bastante cerca aunque no tanto como la montaña. O quizás estoy justo en el medio de las dos. A fin de cuentas no voy mucho a ninguna. Me causa gracia cómo los catalanes acá dicen “hola”. Yo los miro sin querer mirar. La tonada porteña visita rápido la primera sílaba y escapa rápido a la segunda para pasar unos milisegundos más ahí. Ellos se quedan mucho más en el ho. Las primeras semanas estuvieron plagadas de observaciones como ésta última. De búsqueda de diferencias. Llega un momento en que te aburre. Cuando llegué era verano y me cagué de calor. Ahora estamos en pleno invierno y está bien. Me compré unos rollers y pude andar el primer día que me los puse. Me caí varias veces. No me lastimé. También caminé para todos lados. Fui a muchos barrios. Tomé café en muchos lugares. Comí patatas bravas, tortilla, paella y jamón crudo. Tomé Vichy Catalán. Conozco esta ciudad. No es como en los diarios desde allá. Tengo un trabajo que está bien. O no. Hago videollamadas con amigos y familia. A veces más. A veces menos. Fui de visitas a algunos lugares. Conocí Madrid con una amiga. Visité a unos amigos en Tallin. Jamás en mi vida había pensado en ir a Tallin. Me reí mucho y la pasé muy bien. Ví a Messi campeón del mundo en el lugar más alejado de Buenos Aires en el que jamás estuve. Conocí Berlín y tomé mucha cerveza. No tan sobrio pude sostener conversaciones bilingües. Volví a Barcelona. Jugué al fulbo. Fui a ver bandas. En lugares grandes. En lugares chicos. No fui a ver al Barcelona. Anduve en bicicleta. Regular y eléctrica. Extrañé. Extrañé con penas de bandoneón. Cociné. Al principio poco. Luego un poco más. Leí libros que me gustaron. Otros no tanto. Escuché música que no había escuchado. Pasé mucho tiempo en la computadora. No hice muchos amigos nuevos. Tampoco me esforcé por hacerlos. Tengo amigos viejos acá. No tan viejos. Descargué Tinder. Salí con gente. Desinstalé Tinder. Lo volví a bajar. No hay que pescar dos veces con la misma red. Empecé a nadar otra vez. Bajé de peso. Recuperé un poco. Empecé a ir al gimnasio también pero me embola que siempre esté lleno. Empecé a hacer ejercicio en casa. Me compré un teclado MIDI hace poco. Estoy intentando nuevamente aprender a tocarlo. Recibí visitas de varios días. Fui un mal guía turístico. Fui mejor host. Empecé proyectos que luego abandoné. Me armé un teclado para mi computadora. Soldé componentes hasta casi quedarme ciego. Lo programé hasta que me aburrí. Lo uso mucho. Salgo a pasear y me pasa que ya no me parece extraña la ciudad. De algún modo ya es mía. No soy un extraño. Aunque tampoco es mi casa. Intenté escribir varias veces. En todas descarté todo. Hice varias cosas. Me quedan otras muchas por hacer. Pasaron seis meses desde que llegué. Acabo de llegar.